POR QUÉ NOS DAN MIEDO LOS ROBOTS

¿Qué origina nuestro miedo a los robots? ¿Es acaso una reacción visceral en respuesta a la repulsión que nos causa un ser que no ha nacido pero demasiado semejante a nosotros mismos? ¿Hay algo más?

Durante el s.XX hubo dos teorías que intentaron dar respuesta a algunas de estas preguntas.

El  término “Uncanny Valley” (Valle Inquietante) fue acuñado por Masahiro Mori en 1970 a partir de las teorías sobre lo inquietante de Jentsch y Freud. Pero este término tan solo se refería al rechazo que nos produce el aspecto físico de los robots o de las creaciones virtuales y que aumenta cuando mayor es nuestro parecido con ellos.

El “Complejo de Frankenstein” es el terror que nos producen los robots,  no los parecidos a nosotros físicamente, sino los muy avanzados intelectualmente. Es fácil encontrar un sentido racional a ese miedo, pues esos seres, a los que estamos esclavizando, algún día podrían adquirir consciencia de si mismos y, siendo superiores, decidir que sobramos en la ecuación. No obstante, en mi opinión, el Complejo de Frankenstein no tiene un origen completamente racional.

La ciencia ficción puede ser una forma especular sobre el futuro, pero además a menudo contiene conflictos culturales que provienen del contexto espacio-temporal de la obra. Por ejemplo, los androides de los relatos del s.XVIII y XIX fueron variando desde las eficientes metáforas mecánicas que respondían a las ideas anticlericales de la Ilustración hasta las siempre complacientes ginoides, que nacieron de la mente de sus escritores como un ideal opuesto al tipo de mujer que luchaba por el sufragio femenino.

¿Qué puede, entonces, contarnos una cultura de sí misma a través de su ciencia ficción?

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Ilustración de Isaac Asimov por Rowena Morrill

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Sellos japoneses de Osamu Tezuka junto a sus personajes

En 1942 Isaac Asimov, un poco hastiado de la visión mostruosa que se tenía de los robots, decide publicar dentro de su relato “Runaround” sus famosas Tres Leyes de la Robótica. Con ellas construye un código moral en el interior del cerebro de los robots que los destruya si intentan hacer daño o desobedecer al hombre. Con estas leyes Asimov no pretendía tanto evitar una revolución robótica, pues se pasó los siguientes 30 años relatando posibles fallas de las mismas, sino apaciguar el imaginario colectivo en torno a los robots malvados.

Nueve años más tarde y diez mil kilómetros más al oeste, Osamu Tezuka publica la viñeta de su primer personaje estrella, un niño robótico que nace para sustituir al hijo fallecido del doctor Tenma. Astroboy es un artefacto 100% libre de elementos biológicos, equipado hasta el culo con todo tipo de armas y con una conducta completamente libre que se convierte en el superhéroe que Japón necesitaba.

Entonces, ¿por qué Astroboy a pesar de no tener ninguna ley moral grabada en sus circuitos hace continuamente el bien y sin embargo los robots de Asimov, pese a estar limitados, no cesan de rebelarse contra sus creadores?

Porque Astroboy, a diferencia de estos, posee un alma.

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hariKuyou2 Ritual del Hari Kuyo

Cada 8 de febrero los altares budistas cercanos a Tokio se llenan de coloridas costureras que suben a clavar sus agujas rotas e inservibles en esponjosos pedazos de tofu. El Hari Kuyo es la forma que tienen estas mujeres de agradecer el duro trabajo que han hecho sus agujas dándoles una despedida y un entierro digno. Ellas creen que sus agujas, compañeras cada día en su tarea, merecen este trato porque cada una de ellas posee una pequeña alma. A la creencia de que los objetos pueden poseer su alma se la conoce como animismo.

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El color rosa corresponde a las zonas de influencia abrahámica y el color amarillo a las zonas de influencia dhármica

Las creencias animistas son comunes en Japón y en otros países cercanos donde predominan mayoritariamente las religiones dhármicas (budismo e hinduísmo) pues aunque no forman parte de sus dogmas son permisivas con ellas. Esto es completamente impensable bajo la influencia de las religiones abrahámicas (cristianismo, judaísmo, islamismo, etc.) donde las almas son un privilegio de los vivos y los vivos son aquellos a los que Dios ha dado vida. Y aquí está la clave: ¿quién es el hombre para crear vida cuando la vida solo puede otorgarla Dios?

Independientemente de si somos o no personas religiosas, culturamente ese miedo a no estar haciendo lo correcto sigue como una nube sobre nuestras cabezas. El complejo del Frankenstein no es el miedo a que los robots se rebelen: es el miedo a estar creando un ser que, al no haber sido hecho por Dios, no posea un alma y por lo tanto nazca intrínsecamente malvado.

Por razones logísticas haremos uso de robots cada vez más avanzados en el futuro, pero es nuestra responsabilidad definir como serán esos robots y hasta donde dejaremos que otros aprovechen nuestro miedo para modelar nuevos imaginarios de los que obtener beneficio, como ya ocurrió en su momento con el temor, en gran parte irracional, a los virus informáticos.

Si tenemos claro que nuestro miedo a los robots es cultural y, por consiguiente, irracional, el camino es claro:

La cultura se combate con cultura.

Crear nuevos imaginarios nos dará la llave no solo de nuestro futuro biomecánico, sino de un futuro que se promete interesante y en compañía. Porque hay que abrazar a los robots: Primero se los abraza y luego se los programa.

 

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6 thoughts on “POR QUÉ NOS DAN MIEDO LOS ROBOTS

  1. En la explicación japonesa. puede que, efectivamente sea por las creencias animistas (que vienen mayoritariamente del sintoísmo) pero tienen también un peso importante las figuras de karakuri, autómatas de madera que ya estaban en Japón durante los siglos XVIII y XIX.

    • ¡Súper buena la referencia a los karakuri! Sin embargo me faltan datos para comprender por qué te parece más importante la influencia de éstos que la que ejercieron los autómatas occidentales en esos mismos siglos. ¿Podrías ampliar un poco más por favor?

      Y BTW: ¡¡¡¡¡Siii!!!!! ¡¡Por fin comentarios interesantes en este blog!! 😀

  2. Jejeje. Me alegra que te alegren los comentarios :-). Hay que recuperarlos en los blogs, que parece que las redes sociales se los están tragando. Por cierto, he llegado hasta aquí gracias a este tuit, pero ha sido un gran descubrimiento.

    Aquí va un enlace a un artículo muy interesante donde se habla de la influencia de los karakuri además de los kamis, como tú explicas en el artículo, y muchas otras cuestiones. Es interesantísimo. Te lo recomiendo.

  3. Molaría ver una estadística del miedo a los robots, si es mayor en las regiones abrahamicas entonces tu teoría tendría un apoyo empírico importante 🙂

  4. Dan Miedo, por el simple hecho que su aparición y aceptación significa dar un salto enorme en las tradicionales “relaciones humanas”. Hombres y mujeres ya no estaremos obligados a “soportar” nuestras diferentes naturalezas para cohexistir en éste mundo, sino que al existir Ginoides y Androides tanto hombres como mujeres podran “programar” a su compañía de vida, tal y como les guste, con una certesa absoluta de compañerísmo leal, potenciando así el individualismo y el desarrollo de estructuras de consumo masivo. Por un lado es genial, porque nos libera de la condición de “animal” del ser humano, por otra: habrá que esperar a ver cómo se definen las relaciones y nesecidades sociales de las nuevas generaciones.

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